Saturday, April 5, 2008

El no saber ni un frijol . . . una historia de amor


Esta entrada la dedico a todos mis amigos del presente y del pasado que han fallecido.


Los he querido a todos.



(Para LA RECETA--FRIJOLES DE LA OLLA, por favor desplace bien hacia abajo. Haz clic sobre las palabras azules para ver un video)


Hacia muchos años, en el México del ayer, había una joven campesina, que bajó de su ranchito para trabajar como cocinera para unas cotorras ricas del pueblo. Allí en una cocina cubierta con azulejos azules de talavera, junto a una estufa que quemaba leña, guisaba platillos encantadores: ningún rojo atardecer podía comparar con el color de su mole, sus tortillas hechas a mano eran doradas como el sol azteca. Y, qué se podía decir de sus frijoles, sino que eran el color café rojizo de la tierra de México y así de deliciosos. Qué lástima que casi nadie se fijaba en ella, ni le hablaban siquiera, porque era chiquita y prieta, porque venía del rancho, porque era pobre.


En una noche de primavera hubo un baile. La luna colgaba en el cielo como una tortilla sonorense, tan blanca y luminosa, que casi no necesitaron alumbrar la plaza. Vino una banda norteña con los acordeones y los tamborazos, los mariachis con el harpa, los violines y trompetas, y la gente con ganas de bailar. Las muchachas de ese pueblo, altas, algunas enchilosas, otras cremosas, todas guapas, pronto encontraron pareja. La cocinera se quedó mirándolas desde la calle donde vendía tacos de frijoles. Qué lindas se veían con sus vestidos de encaje hechos de seda los colores de las salsas de chile colorado y de tomatillo verde, con sus botas de gamuza—mientras ella llevaba un vestido ya viejo de algodón con un par de huaraches. Su único adorno, un listón colorado que llevaba en la trenza.


A poca distancia ella vio entrar un hombre montado sobre un caballo negro. Era un charro grandote con un traje de charro blanco con botonadura de plata, elegante y bigotón. Cuando se bajo de su silla, se le rodearon las bellezas, pero les hizo poco caso porque tenía mucha hambre. Caramba, ya se habían ido casi todos los que vendían comida, pero se acercó a la cocinerita y le preguntó:


--¿Qué tiene para comer?


--Sólo unos frijoles con tortillas y un poco de chile.


--Sírveme entonces, dijo él.


Cuando mordió el taco de frijoles se quedó maravillado--ay chihuahua, jamás había probado unos frijoles tan sabrosísimos. Se tragó el taco y por una razón le dio ganas de bailar, y viendo que la cocinerita estaba mirando a los bailarines y cantando a la música con una voz bonita, se acercó a la cocinerita y le dijo:


--Señorita, ¿no le gustaría bailar conmigo?


La pequeña cocinera le volteo la cara, porque sintió tanta timidez que quería hundir la cara en su rebozo. Por un instante el charro pensó que le iba a decir que no, pero sin decir nada ella puso su manita en la de él.


Durante la danza el charro sintió algo que jamás había sentido. Esta mujercita olía a rosas y a canela, chiles y especies, y algo más, aunque no sabía qué. Era algo que le recordaba de la casa de sus padres y de tiempos felices con sus hermanos y hermanas cuando todos estaban juntos. Sintió que una ada se había montado sobre su hombro y lo llevaba de la mano volando a un mundo raro que existía solamente en la imaginación. Había conocido a otras mujeres, pero ya se aburrió con los encantos y los piropos falsos. Pero ésta, con sus ojos negros y su tez morena, era exquisitamente primorosa en toda su sencillez. Y para la cocinera, ya no le tenía miedo a este extraño alto y formal. Sintió que la comprendía, sin palabras, sin explicaciones. Para los dos el tiempo se paró y solamente existían ellos en el mundo. Cuando por fin bajaron de ese sueño, casi todo el pueblo ya se había ido a su casa.


Bajo la luz de esa luna sonorense, mientras dormía el pueblo, el charro la llevó a su casa, montada sobre su gran caballo negro, mientras él caminaba a su lado. Llegando a la puerta, él se quitó el sombrero, y besándole la mano se despidió de ella. Ella no le respondió ni lo miró en a su cara, pero hubo alguien en esa casa que no durmió en toda la noche.


La próxima mañana, en la puerta encontró un ramillete de alcatraces que llevaba una nota que decía, “Ay, chaparrita linda. No sé lo qué me hiciste, pero anoche te soñé a ti y a tus tacos de frijoles. Vámonos casando.”


Me quiere solamente por los tacos, pensó ella, y con eso se puso los moños, resolviendo tener nada que ver con él. Pero al charro no le importó su desdén, porque siguió persiguiéndola, y rogando, y rogándole aún más. Jamás se había visto a un hombre tan muerto de amor. La gente del pueblo se sacudía la cabeza. Siendo tan alto y formidable, ¿por qué carajos se dejo embrujar por una chaparrilla de cocinera que casi nunca hablaba? ¿Qué veneno, se preguntaron, le echó ella a la comida? Porque la cocinerita le ponía veneno a todo lo que cocinaba, el más mortífero de todos—el amor.


Cuando el jazmín florecido brinda su fragancia dulce y espesa al aire, y las constelaciones del cielo cuelgan como racimos de uvas a través del firmamento estrellado, así fue aquella noche cuando vino el charro con su serenata y la música de su pasión, de la esperanza perdida, del amor desesperado. Escuchando esas melodías tan bonitas desde su cuartito, la cocinerita ya no pudo más negar lo que sentía en el corazón. Prendió una vela y abriendo su ventana desde arriba, dejo caer al suelo el listón colorado que llevaba entrenzado en su cabello negro.


Se casaron la cocinerita chiquita y el charro grandote. Se decía que se fueron de México para el Pueblo de Nuestra Señora de Los Ángeles donde abrieron un restaurante cerca de la plaza donde todavía tocan los mariachis. Allí preparaba los platillos más encantadores—un mole el color de un rojo atardecer, las tortillas del sol azteca, y, qué se podía decir de sus frijoles, sino que eran el color café rojizo de la tierra de México. Lo nombraron “Mi Rancherita”. Y se amaron y cocinaron juntos por toda la vida.

Bueno, ya puedes dejar de suspirar (o de voltear los ojos), porque ya que tengo tu atención, hay algo que te tengo que decir: me pesa mucho tener que informarte, pero hay algunas Señoritas que no saben ni un frijol . . . cómo cocinar los frijoles. Ay, ay, ay, amiga mía, eso no está bien. Quizás eres experta en el alto comercio o eres buena para mandar los criminales a la prisión, pero, ¿crees que a tu abuelita le va a importar eso? le importará mucho cuando traes a la fiesta unos frijoles horrorosos el color café-gris como los ratones del campo. Y, tú no quieres arruinar la fiesta, ¿no? Y, ¿qué es una fiesta mexicana sin frijoles?


Inspírate a cocinar frijoles como nuestra pequeña cocinerita, y échale un poco de ese veneno especial--porque nunca sabes cuándo te encontrarás con tu propio charro alto, formal y hambriento.




Los frijoles de la olla de la Rancherita


Lo que necesitas:


Frijoles Pintos


Agua


Ajo y cebolla blanca


Sal de mar


Una olla grande, mediana o pequeña, dependiendo de la cantidad de frijoles.


Como escribí en mi última entrada, no es preciso usar medidas exactas, especialmente cuando estás cocinando frijoles. Puedes cocinar muchos o poquitos, simplemente sigue estas instrucciones:


1. Los frijoles tienen are ser frescos y limpios. ¡No uses frijoles viejos y arrugados ni frijoles sucios!


2. Usa mucho agua con por lo menos 2 pulgadas (o, 6 cm) de agua más arriba de los frijoles cuando están en la olla. Usa aún más agua si estas usando una olla eléctrica que cocina lentamente (en inglés, slowcooker), y no vas a estar en casa casi todo el día. No querrás regresar a casa y encontrar los frijoles secos, o peor, quemados, oliendo a--¡uf!—peditos.


3. Ponle 2 o más dientes de ajo y la mitad de la cebolla y sal a tu gusto. (Ponle más si estás cocinando para una tribu.)


4. Pon los frijoles a hervir. Luego reduzca a fuego lento y ponle la tapadera. Para que no se derramen cuando se están cocinando, deja un poco de espacio para que se escape el vapor.


5. De vez en cuando mira a los frijoles. Si les falta agua, ponle solamente agua bien caliente. Si le pones agua fría, se tomarán más tiempo para cocinar y se harán ese color café-gris horroroso.


6. No dejes que se enfríen por la misma razón citada arriba.


7. Sigue cocinándolos hasta que estén bien tiernos y de un color café rojizo. El más tiempo que se duran cocinando, lo más bonito y deliciosos se pondrán. Continúa cocinándolos bajo fuego lento hasta que ya estés lista para comértelos así como están o si los preparas de otra manera (refritos, etc.)

8. No olvides de sacar el ajo y la cebolla de la olla.




A mí me encanta el caldo de frijoles con un poco de cebolla verde con cilantro, salsa o jalapeños, con un poco de aguacate cortado en pedazos. Con una tortilla de maíz es simplemente delicioso.



12 comments:

Artists With Artitude said...

Sorry, I don't speak Spanish but I am intrigued..Do you have an English blog? :)

Clementina said...

Neda, I'm so flattered that you visited my blog--your blog is positively beautiful! Yes, a have a Spanish version to this blog. Please go to the top of my screen and click TACITA DE CHOCOLATE in English, or go to "My Profile" and click "Una Tacita de Chocolate". Thanks for visiting.

tartasacher said...

Hola: Soy Tartasacher y he venido encantada desde España a conocer tu hermoso, hermosísimo blog. Gracias por tu visita y tus comentarios. Vendrá más a menudo porque me ha gustado mucho el sitio que tienes. Lo voy a enlazar al mío. Un besazo y ya sabes donde me tienes

Clementina said...
This comment has been removed by the author.
Clementina said...

Tartascher,
Gracias, tu sitio es absolutamente lindo, y pronto lo voy a enlazar con el mio. Saludos desde California, y espero volver muy pronto a leer acerca de tus lindos postres. Ando guardando la linea, pero siempre puedo sonar de pastel de chocolate, no? Saludos!

Anonymous said...

Merci beaucop!
La letra en español tambiés es hermosa :)
Gracias por el comentario

Clementina said...

Gracias, Tanky--
Seguire mirando tu blog para informarme mas de la moda y la cultura en Europa.

Anonymous said...

Me gusto much leer tus recetas, que se parecen a lo que hacia mi mama cuando estaba con nosotros. Ahora esta en manos de Dios, cocinando los frijoles tan buenos para la Familia Sagrada!Tu sitio esta lindo!

Clementina said...

Querida Mariarosa--
Gracias por tu comentario. Me da gusto que te haya gustado!

Anonymous said...

Me gusto mucho tu blog, tanto por los temas como por tu diseño y te comparto un blog nuevo que encontre ayer que también me parece interesante: http://alacarta-blog.blogspot.com

Clementina said...

Me da gusto que te haya gustado mi blog y tambien por mencionar alacarta-blog!

Carabez said...

Excente sitio!.

Muchas gracias y felicidades, Traductora!

Esperamos más recetas!